Siento que volví a
encontrar el amor en mi vida. Me enamoré, Roberto.
Antes que nada, te
aclaro que no hablo de vos. Hace mucho tiempo que mis sentimientos hacia tu
persona, querido ex amor mío, no son más que un montón de raras sensaciones más
parecidas a una acidez estomacal que al amor. Necesito aclararte esto porque te
conozco a la perfección, Roberto, conozco tu ansiedad y tu constante predisposición
a mezclar y confundir las cosas antes de entenderlas. Como aquella vez que
hiciste exorcizar a nuestra amada hija Renata por el Padre Juancho mientras
tenía uno de sus ataques epilépticos. Pero no quiero irme por las tangentes ni
quedarme rememorando los repetidos desastres a los que me tenés acostumbrada. Me
corrijo, me tenías, porque gracias a la virgencita de San Nicolás ya no podés
más meterte en nuestras vidas y convertirlas en un desastre.
Vuelvo al punto, a
la razón de ésta (tal vez la última) carta que te escribo. Conocí un Hombre, un
Hombre de verdad. Y, sí, con mayúscula también. Porque un hombre no es
solamente una persona con un pene colgando,
un Hombre es alguien tierno, caballero, elegante y que huele bien. Si,
Roberto, que huele bien, que comprende la importancia de una buena higiene
personal. Ay, ex querido mio, jamás creí que ese hedor a tabaco húmedo que me
dejaste impregnado en las sábanas desde el día que te fugaste de la justicia
saltado por la ventana algún día iba a poder ser reemplazado por el aroma del éxito
y una exquisita fragancia a vainilla. A eso huele mi nuevo Hombre.
¿Querés saber cómo
se llama? Le dicen “El Mencho”
Todavía no se su
nombre completo, dado que sólo fue una noche de desenfrenada lujuria no me
preocupa, ya tendremos largos años de reciproco amor donde podré enterarme cada
detalle de su vida y no ir descubriendo a cada rato oscuros secretos e impensadas
perversiones como me pasó en todos los años casada con vos, Roberto.
Parece que “El
Mencho” se dedica a la distribución de algún tipo de desinfectante por el
interior del país. Me contó que viaja mucho a Tucuman y La Rioja, en especial a
los bares ruteros. Parece ser que ahí las plagas de bichos son un verdadero
problema. Cada cinco minutos le sonaba el teléfono y él les decía a (supongo yo,
ya que él es un Hombre muy reservado) los clientes que ya tenía el producto y
pronto los ibas a llevar a destino. No hay duda que todos dependen de él en éste
rubro. Tanta muestra de éxito empresarial me tiene abrumada, no estoy
acostumbrada, pero también me tiene muy excitada, como hace años no lo estaba,
desde que tenía mi útero en su lugar. Es por eso que le entregué mi sexo a la
primera noche de conocerlo. Vos sabés, Roberto, que yo no soy una mujer fácil,
pero ciertas cosas merecen ser premiadas, y “El Mencho” merece recibir mi amor
carnal. Además, también es un Hombre con hobbies, completo por todos lados. A “El
Mencho” le apasiona representar modelos. Cuando vió la foto de nuestra amada
hija Renata no paró de preguntar por ella, y cuando le comenté que justamente
ella seguía con su rídicula militancia altruista por esas provincias pobres no
dudó en decirme que iba a encontrarla para ofrecerle trabajo ¿No te parece un
Hombre espectacular?
¿Quién te dice?
Tal vez hasta tenga un trabajo de modelo para mí. No quiero emocionarme, pero
podría volver a Paris (Francia), podría volver a contratar a Encarnación y volver a
encerar los pisos como Dios manda. No dejo de soñar, Roberto. No dejo de soñar.
Tuya, Mónica